Como he anticipado en posts anteriores, existe una fuerte polémica en torno a la pronunciación del ático del siglo V a. C., en vista de que, por obvias razones, no tenemos una grabación sonora de ningún griego que haya vivido esa época. Voy a contar un poco esto para introducir a mis lectores en la cuestión.
Con la caída de Constantinopla en 1453 a manos de los turcos, los eruditos bizantinos emigraron a Occidente con muchas obras literarias antiguas y medievales, lo que fue un importante estimulante del Renacimiento en la cultura europea occidental. Estos eruditos se dedicaron a enseñar griego. Un día, Erasmo de Rotterdam, uno de los representantes del humanismo renacentista en Europa, recibió una noticia sobre la pronunciación que usaban sus maestros griegos: aparentemente esta pronunciación era corrupta, no griega. Basándose en esa premisa escribió un diálogo llamado De recta latini graecique sermonis pronuntiatione (Sobre la correcta pronunciación del habla latina y griega) en el que propuso un modelo de pronunciación llamada posteriormente erasmista.
Este modelo de pronunciación, si bien aportaba algunas pruebas, sobre todo basadas en transliteraciones del griego al latín (ya
hemos visto que son pruebas problemáticas y expuestas a exégesis de todo tipo),
dejaba de lado muchas otras pruebas que atestiguaban lo contrario a lo propuesto por Erasmo, y además no tenía en cuenta la polimorfia de la lengua griega.
En nuestro blog usamos la pronunciación nacional, la que los griegos usan hoy en día (y que vienen usando desde hace por lo menos 2000 años). Esta guarda algunas diferencias importantes con la pronunciación erasmista, sobre todo en lo que hace a las vocales y a los diptongos. En efecto, en la pronunciación nacional los diptongos tienen un solo sonido vocálico, mientras que en la pronunciación erasmista los diptongos se pronuncian letra por letra (siendo dos los sonidos vocálicos que se escuchan).
Hay una vocal que ha causado más de un quebradero de cabeza a los filólogos en cuanto a su "verdadera pronunciación" y tal es la letra H (ita). Erasmo postula que el sonido de esta letra debió ser de una "E larga". Por esta razón el modelo erasmista es también llamado etacista. Por el contrario, la pronunciación nacional o histórica considera que la H suena como una I. Por esto se llama también itacista o iotacista.
Muchas críticas se han suscitado al modelo propuesto por Erasmo. El representante más preclaro fue el alemán Johann Reuchlin, que propuso usar la pronunciación nacional, la de sus maestros griegos. Por eso a la pronunciación nacional se la llama a veces reuchliniana. A pesar de dichas críticas, y pese a que aducieron montones de pruebas que corroboraban la falsedad del sistema erasmista, éste comenzó a utilizarse en las escuelas y universidades, con la premisa de que la pronunciación bizantino-moderna era corrupta y alejada de los monumentos de la antigüedad griega. Se propagó rápidamente por todo Occidente y es el modelo que llegó a nuestra Latinoamérica a través de los jesuitas españoles principalmente, siguiendo seguramente los preceptos del gramático Antonio de Nebrija (que proponía pronunciar "letra por letra" los signos escritos).
En resumen: gracias a la "premisa de la corrupción bizantina", los occidentales pudieron apropiarse de la cultura griega y reclamarla como propia de Occidente, establecer una tajante división entre griego clásico o antiguo y griego moderno, llamar al griego antiguo "lengua muerta" cuando en realidad es sólo un período histórico de la misma lengua de más de 3500 años de continuidad, y sobre todo, imponer cualquier modificación al griego que venga en gana al intérprete (como por ejemplo la aberrante propuesta del filólogo Henninius, ¡¡que propuso acentuar las palabras griegas a la manera del latín!!).
Pero hasta ese momento las razones para adoptar una pronunciación erasmista fueron principalmente histórico-políticas y/o religiosas antes que lingüísticas y filológicas (si bien ambos elementos aparecían mezclados, a veces con mayor cientificidad que otras). Un ejemplo de ataque a los bizantinos mediante la historia lo constituye el filósofo Hegel, al que un pensador como Enrique Dussel considera un gran justificador del pensamiento occidento-centrista.
La situación comenzó a complicarse con la aparición de la lingüística comparada en el siglo XIX. Grosso modo, el método comparativo parte de similitudes encontradas y verificadas en dos lenguas distintas para establecer su parentesco, y para hallar mediante predicciones teóricas la proto-lengua madre. A partir de las teorías propuestas por los lingüistas de esta corriente, ciertos filólogos dieron un fuerte sustento a la tesis erasmista. Vamos a llamarlos reconstructivistas o erasmistas sofisticados, para diferenciarlos de los erasmistas propiamente dichos o erasmistas ingenuos.
Las pruebas que proponen los reconstructivistas tienen bastante mayor solidez que las de los "erasmistas ingenuos", porque aportan testimonios de inscripciones y de los gramáticos antiguos, pero sobre todo las interpretaciones de la lingüística comparada. Además de aportar las pruebas de los erasmistas ingenuos (por ejemplo la del fragmento del cómico Cratino). Por otro lado, se eliminan (al menos en parte) las desvalorizaciones hacia las culturas bizantina y griega moderna.
Los reconstructivistas han, por lo tanto, sofisticado la tesis erasmista, aportando como pruebas no sólo los testimonios de los gramáticos, sino también estableciendo la comparación con diversas lenguas hermanas (el sánscrito, el latín, el persa antiguo y otras tantas). Han debido admitir que el diptongo EI se pronunciaba con un solo sonido vocálico y no con dos como admiten los erasmistas ingenuos.
Pero ciertamente la pronunciación histórica griega se ha dejado de lado al intentar reconstruir el sistema fónico antiguo del siglo V a. C. Por otro lado, siguen sin tenerse en cuenta testimonios de gran validez como los de las inscripciones en las que se verifica la antigüedad de la pronunciación histórica.
Cuando nos referimos a los erasmistas sofisticados, nos referimos tanto a los lingüistas como a los que han escrito tratados fonéticos o de pronunciación. Desde luego, no podemos tratar a los lingüistas o fonetistas del mismo modo que los que sólo se han dedicado a la pronunciación. Contra los últimos hemos de poder aducir pruebas contundentes, pero contra los primeros se requiere una revisión a fondo de sus premisas, teorías, pruebas y conclusiones. Esta última labor sin duda resulta mucho más exhaustiva que la primera. Estamos en eso, mis queridos lectores. Desde luego, no puede negarse el valor científico de obras como la Lingüística Indoeuropea de Rodríguez Adrados o la historia de la lengua del mismo autor, así como los tratados de fonética de Joseph Vendryès o Michel Lejeune. Por lo menos, no pueden negarse sin tener las herramientas suficientes.
Ahora debe incorporarse el dialecto micénico a la cuestión. Con el desciframiento llevado a cabo por Michael Ventris y John Chadwick en 1953, muchas de las cuestiones referidas a la pronunciación de los antiguos tienen una herramienta más para que la ciencia lingüística pueda dar una respuesta. El citado Michel Lejeune ha ofrecido un esquema general de la fonética histórica del micénico y del griego antiguo en 1972, con su libro Phonétique historique du mycénien et du grec ancien.
Frente a la postura erasmista se hallan los historicistas o reuchlinianos, los defensores de la pronunciación histórica (entre quienes me cuento). Pretendemos mayor rigor histórico frente al derrotero del griego y tomar los datos que tenemos de facto, es decir, la pronunciación actual del griego y todas las inscripciones. Si gracias a eso podemos hacer notar la continuidad ininterrumpida del idioma a lo largo de 4000 años (hecho innegable) y, como suplemento, suscitar las investigaciones en busca de una mayor "honestidad fonética", tanto mejor. Nos parece ésta una actitud más honesta que postular por tradición una pronunciación artificial, sin dejar lugar a dudas, imponiendo dictatorialmente una "verdad" que se nos revela como falsa.
Creo que esta postura debe contar con las siguientes premisas:
- No se pretende negar que la fonética griega sufrió diversos cambios a lo largo del tiempo. Es más, creo que tiene radical importancia el intercambio fonético /e/-/i/ registrado en los distintos dialectos, sea dentro de sí mismos o comparándolos entre sí. Sin embargo el problema está en cuándo tuvieron lugar esos cambios. Registrar el cambio exacto y su momento preciso puede que sea imposible, pero debemos asegurarnos un umbral de seguridad mínimo con respecto al siglo V. Si hay pruebas de iotacismo en el siglo V a. C., debemos ajustarnos a éstas y no tratarlas como corrupciones o anomalías. Lo mismo debemos decir respecto al etacismo.
- Debemos tener una perspectiva histórica con respecto al griego, considerando diacrónicamente su estudio antes que sincrónicamente y tratándolo como una unidad continua y polimorfe antes que como una diversidad muerta, partiendo de la fonética viva actual pero articulándola con la lingüística histórica, de manera que no haya forzamiento de los datos empíricos.
- Sólo la ciencia verdaderamente consciente de sus prejuicios (y por lo tanto, reduciendo o ajustando éstos al mínimo posible) será capaz de tener alguna opinión cuasi-definitiva sobre esta cuestión. No podemos comportarnos de manera ciega frente a nosotros mismos, los intérpretes.
Lo que yo digo desde este blog es lo siguiente: teniendo en cuenta que se trata de un curso de griego clásico, en el que tomamos como modelo el ático del siglo V a. C., nuestro problema está en cómo se pronunciaba el ático del siglo V a. C., ni más ni menos. Los demás dialectos no nos incumben aquí.
Si he de tomar una posición me inclino por una mezcla (no incoherente) entre las posiciones de Saúl Tovar y las de Chrys Caragounis (ambos historicistas).
Ya hemos introducido a los lectores en la cuestión de la pronunciación.
Vamos ahora a una cuestión que posteé hace unos días pero que luego borré, pensando en que había cometido un grave error. Lo cometí, en efecto, pero ahora atenuaré su gravedad.
En las págs. 73 a 75 del libro A selection of Greek historical inscriptions de Russell Meiggs y David Lewis, donde, como su nombre lo indica, se exhibe una selección de inscripciones griegas, aparece la lista de pérdidas humanas de la tribu de los eréctidas. La inscripción está datada entre 460-459 a. C. y fue hallada en Atenas (IG i. 433 / IG i2. 929).
La inscripción usa el alfabeto ático. Para aquel entonces, no se había adaptado el alfabeto jónico (eso fue en 403 a. C.) y la H y la Ω todavía no habían hecho su aparición.
De modo que los sonidos correspondientes a E, EI y H se escribían con E (eventualmente con una raya arriba indicando su cantidad).
Hace algunos días, yo había interpretado esta inscripción como un testimonio de iotacismo. En la línea 57 de la misma aparece el nombre "Καλλίας", escrito con I. Este nombre propio era bastante común en la Hélade, y así está admitido ortográficamente. En la línea 144 aparece el mismo nombre, pero esta vez escrito "Καλλέας".
Aquí la inscripción original (en el Museo del Louvre, Francia).
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Recordatorio de muertos de la tribu de los Eréctidas. Mármol del Pentélico, ca. 460-459 a. C., hallada en Atenas en 1674. La inscripción dice: "De la tribu de los Eréctidas, muertos en guerra en Chipre, Fenicia, Halieis, Égina y Megara el mismo año. A continuación se muestra la lista de uno 170 muertos entre los cuales hay dos generales (strategoí) y un adivino.
El nombre KALLIAS se halla en la primera columna, cuatro nombres debajo del agujero de abajo, y KALLEAS se halla en la tercer columna, el 15º nombre contando de arriba hacia abajo.
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Antes yo había interpretado que Καλλέας no era un nombre propio admitido en griego y lo tomé como un error ortográfico, de E por I. Pero ciertamente no es así. Se debe simplemente a una cuestión de elección fonética el usar la E en vez de la I para ese tipo de nombres.
Vale mencionar que no es sólo el nombre Καλλίας: con muchos otros nombres sucede lo mismo en las inscripciones áticas:
- Αρχέας/Αρχίας
- Νικέας/Νικίας
- Καλλέας/Καλλίας
- Φιλέας/Φιλίας
- Χαρέας/Χαρίας
- Χαιρέας/Χαιρίας
- Προτίας/Προτέας
Lo curioso es que los nombres con E suelen aparecer en inscripciones más antiguas que aquellos con I, pese a que en muchas inscripciones áticas conviven los dos tipos de nombres y que ambas clases siguen apareciendo en todas las épocas posteriores. Así lo atestigua el Thēsauros tēs hellēnikēs glōssēs: Z - K, Volume 4 de Henri Estienne y Charles Benoît Hase (1841), en la col. 876: "in monumentis antiquis Καλλέας scribitur, ut Ἀρχέας Νικέας et alia hujusmodi." (en los testimonios antiguos se escribe Καλλέας, como Ἀρχέας Νικέας y otros del mismo tipo).
Desde luego, esto sólo nos dice (al menos así lo interpreto yo) que la elección de uno u otro nombre tenía que ver más con una cuestión de elección fonética que con un cambio fonético real, puesto que los dos tipos de nombres conviven mucho tiempo, incluso en las mismas inscripciones, como la citada aquí. Tampoco he encontrado estos nombres escritos con EI o H (no al menos en la región ática), lo cual me llama muchísimo la atención. Lo que esto nos dice es que antiguamente había mayor preferencia por E, pero luego comenzaron a aparecer nombres con I, con lo cual había una mayor afinidad fonética con el sonido I que con el sonido E, al menos desde el punto de vista estético.
Esto me hace pensar otras cuestiones. En un
post anterior hemos hablado de que nos haría falta encontrar una confusión ortográfica entre E e I para estar algo más seguros acerca del sonido de H. Sin embargo, no hace falta:
E e I claramente eran sonidos distintos: el problema lo tiene la H y el diptongo EI. Sobre éstos recae la cuestión de la confusión ortográfica: sobre éstos se decide el etacismo o el itacismo. Por lo tanto, a nuestro esquema anterior
E
confundidos con EI, H (y éstos entre sí)
I
lo reemplazamos por el siguiente:
EI / H (confundidos entre sí) confundidos con E por un lado e I por el otro
En realidad parece que se trataba de que coexistían tanto los sonidos de E como de I para la grafía H (como dice Saúl Tovar en la Biografía de la lengua griega de 1990, pág. 333-337), mientras que EI (que existía como grafía para un doble sonido desde los tiempos más antiguos y que comenzó a usarse luego (siglo VII a. C.) para escribir una E alargada producto de contracción o alargamiento compensatorio) se confundía con I desde el siglo VI a. C. (como dicen el mismo Tovar en págs. 320 a 323 y Chrys Caragounis en las pág. 365 a 367 del libro The development of Greek and the New Testament (2006)), pronunciándose un solo sonido como dicen incluso los erasmistas (aunque ellos le dan sonido de "E larga cerrada"), o sea, casi desde el momento en que comenzó a escribirse la E alargada antes mencionada (Allen, Vox Graeca, p.67). Si EI se confundía con E era por conservadurismo ortográfico (como remarca incluso el erasmista sofisticado Sidney Allen en Vox Graeca, p. 67-68, aunque nosotros llegamos, por testimonios de inscripciones, a una conclusión distinta que la de Allen. He aquí por qué para Allen debe tomarse como "E larga cerrada": "The fact that the monophthong is in some cases the product of an earlier diphthong [ei], comprising a mid and a close element, is one further indication that the resulting sound was a close mid vowel" [El hecho de que el monoptongo es en algunos casos el producto de un diptongo anterior [ei], que comprime un elemento medio y un elemento cerrado, es un signo adicional de que el sonido resultante era una vocal media cerrada] Como vemos se trata de una explicación meramente teórica que no tiene en cuenta la pronunciación actual ni la totalidad de las inscripciones griegas... y las pruebas que aduce por la transliteración del griego al latín parece más un problema de fonética latina que de fonética griega; cf. p. 69 del Vox Graeca).
En fin; con sólo "girar" los antecedentes y consecuentes evitaremos una nueva falacia sobre la lengua griega. Por eso no hace falta encontrar una confusión ortográfica entre E e I.
No obstante lo dicho, existían confusiones entre E e I en el nombre Καλλίας. Entre 377 y 376 a. C. hubo un Καλλέας arconte que algunas inscripciones llamaron también Καλλίας. Así nos lo dice el libro A manual of Greek historical inscriptions (1901) de Edward Lee Hicks y George Francis Hill, pág. 319: Καλλέας aparece en C.I.A. (Corpus Inscriptionum Atticarum) ii. 74, 671; Καλλίας en C.I.A. ii. 21, 22. No creo que se traten de confusiones ortográficas que respondían a un mismo sonido, como ya dije, sino más bien de confusión fonética.
Con esto nos parece haber subsanado el error que cometimos la primera ocasión en que publiqué este post.