Reflexión 1. Voy a contar algo un poco personal (espero que no se enfaden, aunque me gustaría que lo leyeran). Hace cosa de año y medio, fines de 2012 (este blog estaba en sus inicios), estaba por la mitad de mi carrera, algo acongojado por líos personales (tonterías de muchacho joven) y por inseguridad en mis futuros exámenes. Y enfrascado en esos pensamientos, me encuentro con Mario Ritacco, de quien he hablado varias veces aquí: profesor del lectorado de Griego Moderno, profesor de Historia Antigua II en mi universidad, doctor en arqueología recibido en la universidad de Atenas (con su diploma escrito en griego clásico), y además, una gran persona que piensa en las oportunidades que abre para los demás antes que para sí mismo.
El caso es que le cuento a Mario el objeto de mi congoja... Sinceramente no recuerdo qué me dijo exactamente (muchas cosas en poco tiempo, como (supongo) es la idiosincrasia de los arqueólogos que tienen todo el mapa y los estratos de Grecia en la cabeza), excepto las últimas cuatro palabras. Me dijo:
"Me importa la Hélade"
Esas cuatro palabras fueron para mí algo muy fuerte que no puedo explicar. Porque no dijo "Grecia", dijo "la Hélade", así, con artículo; es decir, pronunció el nombre griego de Grecia, castellanizado. Creo que eso acabó con muchos de mis malestares personales.
Poco a poco fui madurando en mi corazón esa idea, y ahora puedo ver que no valía la pena esa congoja estúpida. Porque en realidad soy una minúscula parte de un proceso mayor, de un estado de cosas que involucra una parte de todo el saber y el quehacer humanos. Luciano Sabattini no importa, Luciano Sabattini morirá; la película de Luciano Sabattini terminará igual, haga lo que este haga. A pesar de nuestros deseos, este cuerpo nuestro tiene fecha de caducidad, es materia, es corruptible. Lo que importa es qué hacemos en el medio. Yo elegí la causa de la Hélade y pienso morir en la ley que me he gestado: esta es la forma en que he elegido morir. Nuestra causa final, nuestro οὖ ἕνεκα, como diría Aristóteles, es la Hélade, ἡ Ἑλλάς.
Pensar en eso me da más bríos para seguir adelante que cualquier estímulo o presión. Es que es uno quien tiene que elegir el camino a seguir a la meta. En el camino está el verdadero sabor de las cosas. Un profesor de latín me dijo una vez "El día en que te recibas yo voy a estar 3 metros bajo tierra". Y la verdad que eso no es un estímulo, es un ataque a un ser humano en formación, y en mi caso particular, en ese momento no tenía una autoestima formada como para que ese comentario, viniendo de una eminencia en letras clásicas, me pasara por alto sin más.
Y en este momento encuentro que recibirme es el paso que tengo que dar para seguir formándome como helenista. El título es un medio para la Hélade.
Reflexión 2. ¿Por qué la filosofía se ha separado tanto de la ciencia?
A menudo se nos pregunta para qué sirve la filosofía. Tal parece que hombres como Hegel, Nietzsche o Heidegger, más teólogos que filósofos (en efecto, Nietzsche fue el mejor teólogo de todos... Y Franz Overbeck, su águila y su serpiente. Sólo el mejor teólogo habría podido constatar, a la manera de un eminente médico cirujano en ese gran Auschwitz de la divinidad que fue la filosofía nietzscheana, la muerte de su objeto de estudio), han dado a la filosofía ese sabor de aséptica, de inútil, de alejada del saber y el quehacer humanos, especialmente Hegel y Heidegger, llenos de tecnicismos ad-hoc que hacen que sus libros ostenten una falsa apariencia de sistemas. A juzgar por las apariencias, por estos hombres que menciono el filósofo parece ser, ante la opinión pública, sólo un bohemio que fuma marihuana mientras balbucea tecnicismos extraños o retazos de idiomas que se supone han muerto ha mucho tiempo. Pero tal vez sean sólo casos paradigmáticos de una decadencia que se dio a partir, tal vez, del fundamento impuesto por la teología cristiana, de esa disputa entre dos sinrazones que son razón y fe.
¿Por qué no tomamos el modelo filosófico de aquellos esforzados por ser científicos? ¿Por qué no vamos a Demócrito, a Tales, o al menos a Pitágoras o a Aristóteles? ¿Por qué tanto Platón, tanta poesía, tanta sofística, tanta máscara socrática, tanto aforismo heracliteano, tanta dicotomía eleática? O mejor, ¿qué ha hecho la tradición clásica con Platón, con Aristóteles? O mejor aún, ¿qué ha hecho Platón de sí mismo? ¿Es que se ha rescatado sólo la palabra apofántica de estos hombres? ¿Dónde está su proporción invisible?